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DOBRA Nº 22, REVISTA DEL ESPIRITU Y DE LA ACTUALIDAD, EDITADA EN TORRELAVEGA EN MARZO DE 1953.

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DOBRA Nº 22, REVISTA DEL ESPIRITU Y DE LA ACTUALIDAD, EDITADA EN TORRELAVEGA EN MARZO DE 1953. TAMAÑO 31X21,5, TAPAS BLANDAS CON 37 PÁGINAS, ESTADO NORMAL CON EL SOBADO Y ROCES DEL USO Y LOS AÑOS, COMO SE PUEDE APRECIAR EN LAS FOTOS, EN SU PORTADA POSTERIOR, EN LA PARTE SUPERIOR TIENE UNA PEQUEÑA RASGADURA QUE TAMBIEN AFECTA A LA ÚLTIMA HOJA, SIN PERDIDA DE PAPEL, EN LA ESQUINA INFERIOR IZQUIERDA TIENE UNA PEQUEÑA PERDIDA DE PAPEL.


 Habían transcurrido dieciséis años desde la desaparición forzosa de El Impulsor (1873-1937) cuando apareció Dobra, una publicación mensual que llegaba –hace ahora sesenta años- para recoger en sus páginas el pulso localista de Torrelavega, pero dentro de los esquemas del régimen político vigente. Su primer número no admitía dudas al insertarse un texto que bajo la fotografía del entonces Jefe del Estado marca la vida política de aquel tiempo: «El Dobra al nacer saluda con devoción y afecto a Su Excelencia el Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos don Francisco Franco Bahamonde, mecenas egregio de la cultura patria, cuya certera visión y mano firme hace que ésta alcance el mayor esplendor». Convencidos o no los promotores de Dobra de estos elogios, lo cierto es que para obtener en 1953 un permiso oficial que autorizara a difundir una publicación exigía una clara adhesión al sistema político.Autorizada Dobra por la Dirección General de Prensa por oficio de 19 de mayo de 1953, se editó en los talleres de Antonino Fernández y su sede de redacción y administración se estableció en la calle Consolación, más conocida por la de los Pasiegos, fijándose el precio de tres pesetas por número y como puntos de venta las librerías –todas ellas ya desaparecidas de la faz de la ciudad- Lysan y Hermosilla, en la calle José María de Pereda; Villegas, en la calle Estrella; Herreros, calle Ancha y Antonino Fernández, en Consolación; además de los kioskos de Paulino Canales y de la estación del Cantábrico.

Esta nueva publicación en la historia de la prensa torrelaveguense, surgió en una de las habituales tertulias del café Cántabro, que iniciadas a media tarde continuaban hasta la madrugada en la casa de Julián Urbina (primer alcalde de la etapa franquista), conocida por la «de los leones«, en las ocho portillas. La primera decisión –no fácil- fue la de dar nombre a la publicación, existiendo unanimidad en el de Dobra, título que venía a representar el símbolo más representativo del “alma de Torrelavega en la Historia» tal y como se recogió en el primer editorial. En el contexto del momento, se comentaban temas como la llegada de Paco Cayón a la presidencia de la Real Sociedad Gimnástica; el XII aniversario de la inauguración de la empresa Sniace y la buena marcha de la Granja Poch, S.A. que dedicaba, entonces, sus esfuerzos para abastecer de leche pasterizada a la capital de España.

Fue su director Joaquín Díez Blanco (delegado local de Información y Turismo), muy unido a los hermanos Manuel (también alcalde y gobernador civil de Cádiz y Almería) y Julián Urbina, padrinazgo muy útil para que Dobra fuese pronto una realidad. La publicación contó con colaboradores que con el paso del tiempo alcanzaron reconocida profesionalidad y prestigio artístico. Destacaron en estos trabajos Juan José Subias Touzau, que desempeñó el puesto de redactor-jefe; supervisor fue Luis Forcada Odriozola; coordinador-secretario a cargo de Juan Velarde Calleja y administrador Francisco Carrera Rueda, además de los colaboradores Julio Sanz Saiz, Rafael González Lasaga, Cándido Rodríguez-Diestro, Tomás Cordero (famoso camarero del Sport y de Cántabro), Julio Mayora, Antonio Diaz Terán, Hipolito Fernández Plata, José Pozueta Escalante, Pablo del Río, José Collado Soto (Juan Portugués), Antonio Bartolomé con su seudónimo bolístico Armando Pulgar y José Ángel de Lucio, siendo fotógrafo de la publicación Horacio Bustamante Hurtado.

Torrelavega tiene mucho que agradecer a los promotores de Dobra (1953-55) ya que su salida significó un aliento de aire fresco en el autoritarismo de la época. Apareció como revista de espíritu y actualidad con periodicidad mensual, y aparte de ocuparse sobre el pasado histórico de Torrelavega, también prestó especial interés a la promoción de una mayor concienciación ciudadana por los problemas ciudadanos. Acogió, en este sentido, las primeras críticas a la acción municipal en una etapa –reiteramos- en la que existía una ley de prensa «de guerra». Este apunte resulta una prueba de aquella crítica: «oímos el soniquete de soluciones posibles que en la práctica resultan lamentables fracasos«. Algunas aspiraciones –como la autovía Santander-Torrelavega que ya se planteaba- llegaron con décadas de retraso. No era casual que en el cine Avenida, ubicado al lado de la estación del Cantábrico, se proyectara «Horizontes Lejanos», como realmente se presentaba ese deseo y aspiración, en 1953, de la autovía entre las dos ciudades.

Otra prueba de la actitud discrepante de los “dobros” quedó manifestada a raíz del derribo de aquella gran joya arquitectónica que fue el palacio de Argumosa -conocido por «El Cierro»- obra del arquitecto castreño Leonardo Rucabado que gracias a su idea sobre este palacete se le premió con la medalla de oro en la Exposición nacional de Bellas Artes de 1916. Treinta y cinco años después de su construcción, la piqueta acabó con este hermoso palacete –incumpliendo una de las condiciones de la familia propietaria- ubicado dentro del recinto del Convento de las Carmelitas Descalzas.

La publicación contó con un importante soporte publicitario que más respondía a un interés por defender la viabilidad de Dobra que por unos beneficios obtenidos de la propaganda, observándose una presencia de empresas, negocios y comercios de acreditada tradición como las firmas Vinos Compostizo, cestería Vda. de José Belso; almacenes Herrero, mercería Obeso, Los Azcárate, Electrón, hijo de Fidel Ramón Palacio, Casa Martinez, Vda. de Eulogio Sánchez, joyería Núñez, Hotel Moderno, la fábrica de baldosas Manuel Diaz-Bustamante, reparación de automóviles Demetrio Calleja, muebles Cuatro Caños.. impulsando, además, las compras en todos los establecimientos y comercios que regalaban el Bono Mercantil. Los anuncios publicitarios ya no eran como los de las primeras publicaciones de Torrelavega del siglo XIX, cargados de literatura e, incluso, de poesías para fomentar las compras.

La salida mensual de Dobra era todo un acontecimiento que se vivía contra reloj en el café Cántabro con las pruebas de imprenta que se corregían, incluso, sobre los chivaletes del taller de Antonino. El editorial de Joaquín Diez Blanco, el director, era la última colaboración en entregarse al linotipista, casi siempre al filo del día comprometido para la distribución. Sin embargo, al final, todo listo, a las pocas horas y a la puerta de los cines se dejaba escuchar esta voz: ¡Ha salido DOBRA!.

Fue Dobra una publicación de altos vuelos ya que teniendo en cuenta las dificultades de aquellos momentos se debe reconocer su excelente calidad de contenidos, a pesar de las limitaciones que imponía la Dirección General de Prensa en tiempos en los que seguía vigente la ley de prensa de “guerra” de 1938. En este difícil contexto político, dos años después de aparecer, la publicación Dobra anuncia que «va a suspender la salida» pero lo cierto es que ya no reapareció.

Todos sus protagonistas –la mayoría ya fallecidos a excepción de Julio Sanz Saiz y José Ángel de Lucio- aportaron un esfuerzo personal e intelectual que sumaban a sus horas de trabajo en las fábricas de la ciudad. Un adiós en el que hubo de todo: desde la retirada de una subvención municipal de ¡250 pesetas!, a otras causas como el hecho mismo de que el grupo redaccional se había visto fuertemente mermado por enfermedades y ausencias, que restaban sumandos. Fue un hasta siempre conscientes sus colaboradores que habían “roto ligaduras de la inercia ambiental” de la época.

Artículo de Jose Ramón Saiz

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Da 28/12/2010
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