La literatura de cordel permite formarse una idea exacta de lo popular, porque pueblo llano eran su público y quienes vivían de ella, generamente recitadores ciegos de patética figura. Estos ciegos comerciaban con impresos reducidos de tamaño, poque así lo exigía su condición de errantes, y reducidos de precio, porque se destinaban a un público carente de recursos. En otras palabras, lo que llamamos literatura de cordel era una literatura para gente pobre. Aquellos pliegos, recitados en la plaza pública o al amor de la lumbre, eran el sedimento poético de los siglos; rodando de boca en boca durante generaciones, conservaban la flor de la fantasía popular y de la historia. El estudio de estas humildes piezas literarias que el gran historiador y etnógrafo Julio Caro rescata del olvido ciertas constantes del modo de ser de los españoles de otro siglo.