Medidas del marco 42x37cm y de la obra sin paspartú 24,5 x 18,5cm.
Enric Cristòfor Ricart i Nin (Villanueva y Geltrú, Cataluña, España; 1 de noviembre de 1893 - 11 de marzo de 1960) fue un grabador y pintor español.
Hijo de Francesc Ricart Marrugat y de Dolors Nin, ambos progenitores de familias acomodadas, Ricart fue el pequeño de tres hermanos.
A la edad de once años, su padre lo inscribió en la Escuela de Arte de Francesc d'Assís Galí, tras unos malos resultados académicos en la Escuela Industrial de Vilanova. Mientras estudiaba en la escuela de Arte, a finales de 1913, descubrió su interés por la pintura. En parte tuvo la culpa la nueva estética cubista que llegó a Barcelona en la primavera de 1912 a través de una exposición organizada en las Galerías Dalmau.[2] En la escuela de arte de Vilanova coincidió con compañeros que posteriormente serían figuras reconocidas del arte como Joan Miró (a quien, por ejemplo, retrataría vestido de soldado en 1916, y con quien compartiría taller a partir de aquel mismo año en la calle Baix de Sant Pere), Josep Llorens i Artigas o Rafael Benet i Vancells. Galí, maestro permeable a las corrientes modernas, impartió una enseñanza humanística con la convicción que el arte no se tenía que enseñar, sino más bien desvelar, influyendo decisivamente en el futuro de todos ellos. En el estilo de Ricart destaca la pulcritud y la insistencia en la sencillez de las formas.[3]
En 1914, junto con el pintor vilanovense Rafael Sala, hizo una estancia de seis meses en Florencia. En esta ciudad descubrió a Fra Angélico, Giotto o la técnica de Botticelli y durante su estancia en Italia pudo frecuentar los cenáculos artísticos, como por ejemplo el café Giubbe Rose y la taverna Lapi, lugar de reunión de los seguidores del movimiento futurista. Además, una de las imprentas más importantes de la capital toscana fue su primer contacto con los grabados.[4]
Al volver completó su formación en la Escuela de Artes y Oficios. Durante la Primera Guerra Mundial Barcelona acogió artistas extranjeros que huían del conflicto y organizó diferentes actividades artísticas y literarias que permitieron a Ricart estar en contacto con las vanguardias.[5] El invierno de 1920 Ricart viajó a París, donde confraternizó con los artistas catalanes que residían en la capital francesa. Por ejemplo, gracias a su encuentro con Félix Fénélon, director de la editorial La Sirène, crítico de arte y asesor de las Galerías Bernheim, recibirá el encargo de ilustrar con grabados al boj la obra Carmen de Mérimée.[6] Durante la década de 1920 el artista volvió varias veces a París y también hizo viajes de corta duración a Londres, Madrid y Sevilla.
En 1926 se estableció definitivamente en Vilanova, donde empezó una estrecha amistad con Joaquín Mir. Sin embargo, el estallido de la guerra civil le supuso un trastorno, tal como muestran sus memorias: «porque necesitaba una distracción para liberar mi pensamiento de la pesada obsesión que era vivir unos días monótonos, pesados y de color de catxumbo».[7] En 1946 entró a formar parte de la Academia del Faro de Sant Cristòfol, impulsada por Eugenio d'Ors.
Murió el 11 de marzo de 1960 y, a pesar de su desigual trayectoria, llegó a ser uno de los artistas más destacados del Novecentismo.