Una pocholada de la imaginativa Philips que parte de un concurso de recortables entre sus clientes. El disco lo musicalizó el francés Andre Popp, una suerte de Augusto Algueró de allí, menos destajista que el catalán quizá. Esta fantasía musical entra no sólo por los oidos; también por los ojos, es cinemática. Son discos de los que ya no se hacen.