CARTA DE ALBERTO LISTA FECHADA EN SEVILLA EL 18 DE OCTUBRE DE 1847 Y ENVIADA A CIPRIANO CLEMENCÍN.
UNA CUARTILLA CON DETERIOROS.
HABLA DE LA NUEVA EDICIÓN DEL BUSCAPIE, DE COMO EL JOVEN ADOLFO CASTRO LO ENCONTRO CASUALMENTE, DICE NO SE UNA SATIRA CONTRA CARLOS V Y QUE SE ESTÁ IMPRIMIENDO EN CÁDIZ. TAMBIÉN LE REPROCHA QUE NO LE DIGA NADA SOBRE EL ÚLTIMO TOMO DE LOS COMENTARIOS DEL QUIJOTE.
UNA DE LAS FALSIFICACIONES LITERARIAS MÁS FAMOSAS Y REPRODUCIDAS DE LA HISTORIA. ADOLFO CASTRO NO LO ENCONTRÓ, LO REDACTO Y LO HIZO PASAR POR OBRA DE CERVANTES, TRADUCIENDOSE A MULTIPLES IDIOMAS.
CIPRIANO ERA HIJO DE DIEGO CLEMENCÍN ILUSTRE CERVANTISTA, E INCLUSO PUBLICO UN OPUSCULO SOBRE SU PADRE Y EL QUIJOTE DESPUÉS DE SU MUERTE: Observaciones sobre el comentario del Quijote de D. Diego de Clemencín por su hijo D. Cipriano Mª. Clemencín
DE WIKIPEDIA:
Alberto Rodríguez de Lista y Aragón (Sevilla, 15 de octubre de 1775-ibídem, 5 de octubre de 1848), fue matemático, poeta, periodista y crítico literario español.
Hijo de Francisco Rodríguez de Lista y Paula Aragón, propietarios de una fábrica de telares de seda en el barrio sevillano de Triana, fue un niño superdotado, hábil en matemáticas y humanidades; estudió en la Universidad de Sevilla Filosofía y Teología y además Matemáticas, materia en la que a los trece años de edad fue sustituto en la cátedra que sostenía la Sociedad Económica de Sevilla; desde 1796 enseñó esta materia en el Real Colegio de San Telmo de la capital hispalense.
Fue ordenado sacerdote en 1803; colaboró como poeta en El Correo Literario y Económico de Sevilla (1803-1808) y le influyeron fuertemente las ideas filantrópicas del enciclopedismo, por lo que fue un entusiasta panegirista del Conde de Floridablanca; si bien cantó entusiásticamente La victoria de Bailén y redactó la Gaceta del Gobierno que dirigía Capmany y El Espectador Sevillano, abrazó la causa josefina dedicando, según Chaves, cantos al mariscal Soult y transformándose en su propagandista, y hasta escribió discursos y arengas para el ejército extranjero. Pero cambió de ideología, al fundar con Matute la Gaceta Ministerial de Sevilla (1808-1809) y obtuvo una media ración de la Catedral hispalense.
A consecuencia de todo esto tuvo que exiliarse por afrancesado al acabar la Guerra de la Independencia; regresó a España en 1817; estuvo en Pamplona y en Bilbao y al fin se afincó en Madrid con el triunfo de la revolución de Rafael del Riego. Allí colaboró en el Periódico del Ministerio de Gobernación de la Península (1823) y fundó con otros dos afrancesados, Sebastián de Miñano y Hermosilla, la revista El Censor (1820-1822), la de contenido más intelectual de su época, y más tarde El Imparcial (1821-1822), y además el privado Colegio Libre de San Mateo; para sus alumnos compuso e imprimió la Colección de trozos escogidos y el Tratado de matemáticas puras y mixtas, pero, acusado de enseñar doctrinas contrarias a la religión y al orden, se cerró el centro (posteriormente pasaría a realizar sus actividades la Academia del Mirto) y se le obligó a expatriarse a la caída del Trienio Liberal.
Estuvo en Bayona al frente de la Gaceta de Bayona. En 1827 volvió; permaneció algún tiempo en San Sebastián como redactor de La Estafeta de San Sebastián (1830-1831). Con la muerte de Fernando VII volvió definitivamente a Madrid en 1833 para dirigir la Gaceta de Madrid hasta julio de 1837, en cuya redacción tuvo a sus órdenes a Hartzenbusch, Cándido Nocedal, Salvá, Eugenio de Ochoa, Pérez Anaya, Francisco de Paula Madrazo, Navarrete y algunos otros, y se le ofreció el obispado de Astorga, pero lo rechazó; dirigió además La Estrella, periódico a favor de la causa de Isabel II y Cea Bermúdez, y en 1836 ocupó una cátedra en el Ateneo de Madrid y explicó matemáticas en la Universidad Central; luego marchó a Cádiz y allí se dedicó a la enseñanza en el Colegio San Felipe Neri de Cádiz y colaboró en El Tiempo (1839-1840) de Cádiz:
Luego fue a Sevilla y enseñó en la Academia de Bellas Artes y en la Universidad de Sevilla. Presidió allí la Academia de Buenas de Letras y fue nombrado canónigo de la catedral hispalense al fin. Entre otros discípulos tuvo a José de Espronceda, Antonio Cavanilles, Patricio de la Escosura, José María Tenorio Herrera, Luis de Usoz, Juan Bautista Alonso, López Pelegrín, Mariano José de Larra, Eugenio de Ochoa, Juan de la Pezuela, Mariano Roca de Togores y Ventura de la Vega. Ingresó en 1847 en la Real Academia de la Historia con un discurso sobre el Carácter del Feudalismo en España en el que negaba su existencia.
Se condujo siempre con actitud política acomodaticia y oportunista, pero cuando le dejaban expresarse libremente se mostraba radicalmente liberal. Aunque tuvo como modelos a escritores clásicos del siglo XVI y del Neoclasicismo, en su obra ya se anuncia un Romanticismo que llegaría poco después por la gran importancia que dio a lo personal e íntimo en sus composiciones. En su obra pedagógica puede observarse la contradicción entre su profesión eclesiástica y sus tendencias masónicas. Sus poesías no se volvieron a publicar hasta 1927; poseen un valor muy superior al que le suelen asignar los que no las han leído. Han escrito sobre él Juretschke, Fernández Espino, Antonio Ferrer del Río, Pérez Anaya y Manuel Chaves Nogales entre otros.
Adolfo de Castro y Rossi (Cádiz, 1823 - ibídem, 1898) fue un polígrafo, erudito, cervantista y falsificador literario español.
De vasta cultura y gran lector de clásicos españoles del Siglo de Oro, llegó a apropiarse del lenguaje de esa época y a elaborar un complejo pastiche que publicó como obra de Miguel de Cervantes: El buscapié (1844). La superchería tuvo tal éxito que la obra fue traducida a varias lenguas y fue reimpresa varias veces, con el apoyo de cervantistas de relieve, como Juan Eugenio Hartzenbusch. Cuando Bartolomé José Gallardo hizo ver el engaño al revelar que se trataba de erudito centón de obras literarias áureas ya conocidas, él se defendió con la sátira Aventuras literarias del iracundo extremeño Bartolomé Gallardete (1851).
Después de fallecer su viuda confirmó su autoría del Buscapié, que Castró nunca admitía.
Fue alcalde de Cádiz y gobernador de Cádiz y Huelva, Secretario del Gobierno en Sevilla, académico de la de Buenas Letras de Sevilla y de la de Bellas Artes de Cádiz y correspondiente de las Reales Academias de la Lengua, de la Historia y de Ciencias Morales y Políticas.
Escribió erudición y creación literaria, principalmente obras de teatro refundidas o propias. Entre las primeras están una Historia de Cádiz (1845) ampliada después como Historia de Cádiz y su provincia desde los remotos tiempos hasta 1814 (1958), una Historia de Jerez (1845), Examen filosófico de las principales causas de la decadencia de España (1851), Gran diccionario de la lengua española (1852), Poetas líricos de los siglos XVI y XVII y curiosidades bibliográficas (dos tomos de la "Biblioteca de Autores Españoles" de Manuel Rivadeneyra, 1855 a 1857), Filosofía de la muerte (1856), Ernesto Renán ante la erudición sagrada y profana (1864), Cádiz en la Guerra de la Independencia: cuadro histórico (1864), La última novela ejemplar de Cervantes (1872), Varias obras inéditas de Cervantes (1874), La epístola moral a Fabio no es de Rioja (1875), Estudios prácticos de buen decir y de arcanidades del habla española (1879), Una joya desconocida de Calderón (1881), Libro de los galicismos (1898), Curiosidades lingüísticas (1891), El Quijote de Avellaneda (1899) y otras muchas obras más.