GÉNERO: Western ||COLECCIÓN: Bronco Oeste || AUTOR: Marcía Lafuente Estefanía || EDITOR: Brains Company (Miami, Florida, EEUU) ||FORMATO: Bolsilibro, 96 pp., 15 x 10,5 cm
Novela publicada por la editorial Brains Co., con la que la familia de Marcial Lafuente Estefanía mantiene pleitos por publicar por su cuenta reediciones en Estados Unidos, apoyándose en un permiso que posteriormente anularon.
Western con amplias dosis de intriga y acción, en el que por supuesto no faltan los romances, narrado a un ritmo trepidante y directo, al más puro estilo de Marcial Lafuente Estefanía. Relata un caso de extorsión y chantajes al que se enfrenta una investigación federal encubierta... y muy expeditiva.
La historia comienza en el despacho de una lujosa morada de Dodge City, Kansas, donde tiene lugar una reunión secreta en la que unos asistentes, cuyas identidades no se revelan, convienen en la necesidad de ganar las elecciones para sheriff, pues con ese cargo en sus manos podrán cobrar impunemente «tributos» a jugadores, dueños de saloons, comerciantes, ganaderos e incluso a los clientes de estos últimos…
Más tarde, en el saloon de Agnes, un joven alto vestido de cowboy se presta a jugar al póker con tres jugadores de ventaja a los que todos rehúyen.
Agnes está en el punto de mira de los ventajistas y de quienes conspiran en la sombra para que sea elegido sheriff el candidato comprado Max Downing. La bella dueña de saloon apoya como candidato a Armstrong, que no es partidario de que el juego se extienda por la ciudad, pues con la invasión de jugadores ventajistas peligran las pagas de los cowboys y de los conductores de manadas.
Los tres ventajistas que han entrado en el saloon de Agnes se percatan de que aquel tipo alto es un vaquero extraño, pues lleva mucho dinero, pero éste da a entender que no es un vaquero, sino un ganadero que acababa de vender una manada y que ha depositado mucho más dinero en el banco.
Tras varias partidas, el ganadero deja sin blanca a los tres ventajistas y más tarde al jefe de éstos, Shane, dueño de otro saloon que se ha sumado más tarde al juego.
Cuando finalmente el ganadero se dispone a recoger las ganancias y marcharse, Shane hace una seña y uno de los ventajistas le grita que deje el dinero. El ganadero dispara tres veces mientras se levanta y los tres ventajistas caen sin vida. Después llama cobarde a Shane por haber mandado a morir a sus hombres y se dispone a colgarle, pero Shane saca su «Colt» y el ganadero se ve obligado a matarlo también de un disparo.
Agnes invita al ganadero a subir con ella a sus habitaciones para celebrar con champaña la muerte de los cuatro tramposos. El ganadero, que dice llamarse Chayne Mick, hace saber a la mujer que se quedará en la ciudad con su equipo durante unos días.
Chayne muestra a Agnes por qué él, al contrario que los jugadores de ventaja, no necesita hacer trampas para ganar con los naipes, y la dueña del saloon queda sorprendida y admirada, exclamando que con «esos ojos que tiene» puede hacerse de oro. Él responde que lo que va a hacer es castigar a los ventajistas, a los que piensa dejar sin dinero.
Agnes asegura que hay centenares de ventajistas en la ciudad y cuando vean que siempre gana le matarán; Chayne responde que querrán matarle, que no es lo mismo, y que el suyo es un buen medio para limpiar la ciudad de granujas.
Convencida, la mujer confiesa que le gustaría que lo hiciera sobre todo en dos de los saloons de la ciudad, el de Beth Day y el de Jim Cleeve, que son los más elegantes, pero en los que abundan los ventajistas que se consideran imbatibles.
Pronto se corrió la voz de que habían matado a Shane y a tres de sus hombres en casa de Agnes, después de ganarles muchos miles de dólares
AUTOR
Nacido en Toledo, capital de Castilla-La Mancha, en 1903, Marcial Lafuente Estefanía fue uno de los autores españoles más prolijos y de más éxito de la literatura de evasión, considerado el máximo representante del género del Oeste en España.
Hijo del abogado, periodista y escritor Federico Lafuente López-Elías, navarro de Lodosa que contaba entre sus obras un Romancero del Quijote (1916), Federico enseñó a su hijo a amar el teatro clásico del Siglo de Oro, que llegó a conocer muy bien, hasta el punto de que para componer sus novelas a vecesse inspiró en él, sustituyendo los personajes del Renacimiento del siglo XVI y del Barroco del siglo XVII por los arquetipos representativos del Salvaje Oeste americano.
Pero Marcial no siguió los pasos profesionales y literarios de su padre, sino que estudió Ingeniería industrial y ejerció en España, América y África, recorriendo gran parte de los Estados Unidos entre 1928 y 1931, lo que le sirvió luego para ambientar sus historias, cuyos detalles de atmósfera y localización son rigurosamente exactos (Marcial sabía que sus novelas se leían y tenían éxito en los Estados Unidos, por ello cuidaba mucho la verosimilitud histórica, la geográfica y la botánica del Oeste norteamericano, para lo cual recurría a tres libros en particular: una obra muy completa de historia de Estados Unidos, un atlas muy antiguo de este país, donde aparecían los pueblos de la época de la conquista del Oeste, y una guía telefónica estadounidense en la que encontraba los nombres de sus personajes).
Durante la Guerra Civil española de 1936 llegó a ser general de Artillería del Ejército republicano en el frente de Toledo y tras ella decidió no exiliarse, por lo que padeció cárcel en España varias veces. Fue en prisión donde comenzó a escribir de forma concienzuda, aprovechando trozos de papel que conseguía aquí y allá.
«Empecé a escribir prácticamente en un rollo de papel higiénico. No tenía cuartillas, no tenía pluma; entonces decidí utilizar el lápiz y el papel de retrete. Estaba en una sala quinta de uno de los "hoteles" en los que me recluyó el Gobierno», confiesa en una entrevista.
Durante la guerra, el escritor y dramaturgo Enrique Jardiel Poncela le había dado un consejo: «Escribe para que la gente se divierta, es la única forma de ganar dinero con esto». Ese fue el fundamento de su manera de escribir; desde el principio buscó la amenidad, prescindió de las largas descripciones y trabajó sobre todo los diálogos, con unos modismos muy característicos y una acción disparada. Frases llenas de desafíos... de gatillos fáciles, Colts y Winchesters disparados a quemarropa, traidores y ventajistas colgados sumariamente, mujeres de vida alegre y pendencieros que provocan al sheriff, «el de la placa», como es frecuentemente denominado en las novelas de Estefanía.
Eugenio Barrientos, dueño de la librería Tetilla y fundador de la editorial Cíes, de Vigo, Pontevedra, le dio su primera oportunidad al salir de prisión, reclutándolo en su nómina de escritores a granel, fundamentalmente hombres procedentes del bando republicano que no solo perdieron la guerra, sino también su anterior medio de ganarse la vida y en la mayoría de los casos, su nombre auténtico, viéndose obligados a adoptar seudónimos para poder trabajar. Para Cies escribió inicialmente novelas policiacas y románticas. Sus primeras novelas las firmó bajo los seudónimos de Tony Spring y Arizona, las románticas bajo el nombre de su esposa, María Luisa Beorlegui y como Cecilia de Iraluce, aunque también usó otros seudónimos como Dan Lewis, con el que en 1943 firmó la novela policiaca El crimen perfecto (suplemento nº 1 de la colección «Biblioteca X»).
Hay que decir que la verdadera identidad de M.L. Estefanía, como firmó antes de hacerlo con su nombre completo, fue uno de los secretos mejor guardados de la época. En los años 70, el misterio se desveló, acabando así con los rumores que señalaban a María Luisa Estefanía, un ama de casa asturiana con gusto por los vaqueros.
Escribió su primera novela del Oeste en 1943, con el título de La mascota de la pradera (Ediciones Maisal: Biblioteca Aventuras, núm. 78), y firmó un contrato con la editorial barcelonesa Bruguera que le llevaría a producir alrededor de 2.600 novelitas en formato octavilla de no más de cien páginas, los famosos bolsilibros.
Aunque mucho menos conocidas, sus novelas de aventuras en la maravillosa colección «Congo» de Bruguera son dignas de mención por su calidad y por los conocimientos etnológicos del continente negro que el autor demuestra, fruto de los años que pasó en Angola y Mozambique trabajando como ingeniero. Seis de las veintiséis novelas de esta colección llevan la firma de M.L. Estefanía: Las joyas sagradas, Bulane, La pitonisa, Tragedia en la selva, La hija de la magia y Contrabando de ébano.
Casado con María Luisa Beorlegui Carril, con quién tuvo dos hijos Francisco María Lafuente Beorlegui y Federico María Lafuente Beorlegui, el matrimonio vivió en Madrid, pero Marcial fue un enamorado de Arenas de San Pedro, Ávila, donde residió mucho tiempo y donde su esposa falleció en 1975, a los 71 años de edad. Él falleció de pulmonía a los 81 años, el 7 de agosto de 1984 en Madrid, y fue enterrado en el cementerio de Arenas, la ciudad que tanto amó, donde se puede contemplar el nicho en que reposan sus restos.Ya bastante mayor, el veterano escritor había intentado publicar sin éxito una novela seria, El maleficio de Toledo, fruto de sus notables conocimientos históricos sobre su ciudad natal.
Las novelas publicadas bajo su nombre han sido escritas, o bien por él, o bien por sus hijos Federico y Francisco, que fundaron en Alicante Ediciones Cíes en recuerdo de la Editorial Cíes de Vigo en la que su padre había publicado sus primeras obras. Tras el fallacimiento de Francisco, su hijo Antonio tomó el testigo de seguir escribiendo bajo el nombre de su abuelo, por lo que hoy es posible encontrar miles de novelas «inéditas» del incombustible, nunca mejor dicho, «Marcial Lafuente Estefanía».
Ediciones Cíes ha mantenido pleitos con un editor de Bilbao que ha estado publicando desde los años 80 las novelas de la familia, también para América Latina, sin pagar derechos de autor.
Pero el de España no es el único frente abierto de Ediciones Cíes. México está inundado de novelas de Estefanía por culpa de otro editor que se está haciendo rico a costa de la familia. Y en Cuba y en Venezuela, antes ávidos mercados de las historias de vaqueros de Estefanía, Fidel Castro y Hugo Chávez prohibieron sus textos porque entendían que hacían apología de lo yanqui. Hoy, los grandes consumidores del western ibérico son los latinos de Estados Unidos. Gracias a esta demanda hay primeras ediciones de Marcial Lafuente Estefanía que alcanzan tiradas de 200.000 ejemplares.
El autor toledanovolvió a recuperar su sitio en las librerías de España de la mano de la editorial cordobesa Almuzara, que en julio de 2012 reeditó dos sus mejores novelas, La hora de las hogueras y Los visitantes de la madrugada, en una edición especial.