GÉNERO: Western ||COLECCIÓN: Oeste || AUTOR: Francisco José Íñigo Martín || EDITOR: Editorial Rollán (Madrid, España) ||FORMATO: Bolsilibro, 128 pp., 14,5 x 10 cm
Un forastero llega a una ciudad situada a treinta millas de Cadalso, Nuevo México, y se dirige a un hotel para alojarse.
Su nombre es Mark Blade, y una insignia del cuerpo U.S. Marshal que lleva guardada acredita su condición de alguacil enviado en misión por el gobernador del territorio.
Cadalso se encuentra en una región ganadera, y el recepcionista del hotel advierte a Blade que los tipos de allí son muy poco hospitalarios.
Sin embargo, antes incluso de llegar a su destino, el marshal tiene ya que enfrentarse a tiros con unos gunmen que intentan liquidarle… Jack Craden y sus hombres vigilan sus pasos…
A Jack Craden, cuatrero y asaltante de bancos, es precisamente a quien Blade investiga por un asunto ocurrido cerca de Socorro, donde un habilitado del ejército y su escolta militar, un oficial y cinco soldados, cayeron en una emboscada y fueron asesinados. Los asaltantes robaron unos cincuenta mil dólares en efectivo, propiedad del gobierno, y había un testigo, un tipo llamado Devlin, que juraba haber visto en las cercanías de Socorro a Jack Craden el día anterior.
Pero Jack Craden trabaja para el todopoderoso Cole Webster, quien había tejido una telaraña de complicidades en Cadalso, incluidas la del sheriff Yoakum y su ayudante, un brutal mastodonte llamado Gurau.
El marshal Blade pronto se percata de que Cadalso se encuentra en un territorio manejado por un hombre o un grupo de hombres, pues antes de entrar en la ciudad, en el llamado parador de Smiley, tendrá otro enfrentamiento a tiros con el tal Smiley y con Burke, uno de los pistoleros al servicio de Webster… Pero antes, en el propio parador conocerá a Carol y Sue Hadley, las hijas del juez Hadley...
Carol está enamorada de Jack Craden, relación a la que se opone rotundamente Sue, que no admite ver a su hermana menor con semejante delincuente.
Cuando Blade acompaña a las jóvenes al rancho en que viven con su padre, observa que el juez Hadley oculta algo y que, a pesar de su condición de representante de la ley, no parece muy interesado en que se haga justicia. Más tarde, Blade descubrirá que la reticencia del juez se debe a que su hijo Sid pertenece a la banda de Jack Craden, al que el joven Hadley admira como si fuera un semidiós…
Cuando el marshal, a pesar de ser avisado por Sue, entra en el avispero que es Cadalso, es detenido por el sheriff Yoakum y su ayudante Gurau con la excusa del altercado en el parador de Smiley, siendo llevado a presencia de Cole Webster, quien, tras una breve conversación con el detenido (vano intento de soborno incluido), ordena que lo metan en «el agujero».
Blade es encerrado entonces en una apestosa celda de la comisaría, de la que más tarde es liberado por Craden, quien entrega al marshal su revólver descargado y su canana sin munición.
Lo primero que el criminal le dice a Blade es que Devlin, el testigo que aseguraba haberle visto en Socorro, ha sufrido un «accidente»… Luego le reta a intentar levantar al valle contra Webster y sus hombres si en verdad cree que puede hacerlo porque lleva una insignia de marshal.
Craden le asegura que no podrá salir de Cadalso ni enviar mensaje alguno pidiendo ayuda, advirtiéndole que, antes de que se ponga el sol, se convencerá de la inutilidad de sus esfuerzos. Y termina pidiéndole que vaya a verle entonces con la promesa de que no intentará nada, de que nadie volverá a Cadalso para investigar… Solo así le permitirá salir del valle…
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Si bien el argumento de esta historia no es especialmente original, sirve de base a Frank Hunter, seudónimo del escritor español Francisco José Íñigo Martín, para construir una novela del Oeste muy entretenida, con mucha acción y con una trama muy bien engarzada en la que no se aprecian exageraciones o hechos imposibles. Todo se justifica argumentalmente, por lo que el lector tiene la sensación de estar ante un episodio creíble y bien novelado, en el que el protagonista es colocado en situaciones extremas. Interesantes secundarios y el trasfondo de «hacer justicia» cierran los condimentos necesarios para la elaboración de un producto que, si bien no busca más que entretener como casi toda la literatura popular, aquí alcanza algunas cotas superiores.
AUTOR
Francisco José Íñigo Martín es un autor del que apenas se sabe nada salvo que, bajo el citado seudónimo y otros como Frank King, Frank Martin y Franklin Ingmar, publicó desde los años cincuenta hasta los ochenta novelas de quiosco de diversos géneros populares (policiacas, del oeste y de terror) con editoriales como Ágora, Alhambra, Rollán, Ediciones Alonso y, sobre todo, Andina, con la que llegó incluso a colaborar, entre 1976 y 1979, en una colección de «ensayos de quiosco» sobre «temas llenos de vivencias e interés», forma en que la editorial presentaba los temas escabrosos, no exentos de sensacionalismo, a los que dedicó la colección. Depravaciones sexuales, ufología, ocultismo, satanismo, crímenes, conspiraciones, mitología, controversias históricas y religiosas..., fueron algunas de las temáticas tratadas. Para dicha colección, denominada «Biblioteca Rápida EASA», Francisco José Íñigo Martín escribió bajo sus distintos seudónimos títulos como: Vudú, santería, macumba: las religiones negras; Lo verdadero de las pirámides: tumba de los dioses; Los templarios, la herejía encubierta; Los tabúes sexuales, absurdas prohibiciones; ¿Somos extraterrestres?: ¿desciende el homo-sapiens de los cosmonautas?; Satanás: el segundo poder; Posesos y exorcistas, con el diablo dentro; Perversos sexuales: la desviación del instinto; La inquisición, tres siglos de exterminio; Homosexuales y lesbianas: el tercer sexo; El gran universo: vida en otros mundos y Los estigmatizados.