Jonathan Struppy, el condenado del faro (Joan Boix) - Aleta, 10/2015 | INTEGRAL

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TIPO: Antología de autor || SERIE: Jonathan Struppy, el condenado del faro || EDITOR: Aleta Ediciones (Mareny de Barraquetes, Valencia, España) || GUION Y DIBUJO: Joan Boix || PRÓLOGO: Antoni Arigita || FORMATO: Rústica (tapa dura), 160 pp., il. col., 31,5 x 23 cm || ISBN: 9788416486229.

Este volumen integral recopila todas las historias de Jonathan Struppy realizadas por el maestro Joan Boix entre 1982 y 2004. Se trata de la obra más personal del autor, leyenda viva del cómic nacional.

El contenido extra lo forman una introducción de Antoni Arigita (guionista que colaboró con Joan Boix en uno de los álbumes de «Comikaze», una cronología destacada del autor y un portafolio con algunas ilustraciones suyas de Conan, The Phantom (más conocido en España como el Hombre Enmascarado), El Quijote, etc.

Fiel guardián de un ruinoso faro enclavado en un islote perdido, el viejo Jonathan Struppy vive una extraña soledad. Último descendiente de toda una saga de lobos de mar, prometió a su moribundo padre que, hasta el fin de sus días, cuidaría el faro y el gran tesoro guardado en él: los diarios de los Struppy, escritos a lo largo de los siglos por los osados, heroicos y aventureros marinos.

En su soledad, y con el ron por compañero, el viejo torrero soporta resignado su condena y a veces su cordura se desboca hasta la alucinación como consecuencia de su fracaso como marino y como persona. Antepasados de Jonathan de distintas épocas, personajes legendarios y famosos navegantes de la vida real desfilan por esta serie, protagonizando aventuras históricas entrelazadas con la leyenda y la fantasía. En ellas se puede ver al corsario Morgan, al Holandés Errante, a Ofir el fenicio... y a fantasmas, seres malditos, criaturas marinas, apestados, asesinos, espíritus vengativos, esclavistas, tribus de indios que buscan discreción o literales encuentros con la Muerte...

En apariencia, es el realismo lo que prima en los relatos de Jonathan Struppy, pero lo cierto es que al lector le aguarda un paseo por el misterio, e incluso algún roce con el horror de ultratumba. Además de una gran erudición, lo oculto y lo místico está presente en cada historia... y, en ocasiones, Boix juega con la soledad del anciano Struppy y su afición por el ron para confundir al lector, dejando en interrogante la auténtica naturaleza de estos encuentros con lo sobrenatural, de los que incluso el frustrado marinero duda al no ser capaz de discernir si son ensoñaciones, delirios o experiencias reales.

Pero es en el interior de los volúmenes manuscritos que llenan las estanterías de la biblioteca del faro donde reside el mayor relato de lo imposible. A lo largo de las páginas de este recopilatorio integral aparecerán por sus viñetas barcos malditos, junglas peligrosas, plagas mortales y misteriosos arrecifes de algas que acaban convertidos en cementerios de barcos.

No es de extrañar que Joan Boix se encuentre tan cómodo en estas incursiones en las tinieblas, ya que a principios de la década de 1970 este autor de tan dilatada experiencia publicó en clásicos del cómic de horror como «Dossier Negro» o «Creepy», y lo cierto es que en Jonathan Struppy explota todo su talento para el terror. El contrastado blanco y negro dan personalidad de sobra a sus páginas, auténtico maestro del uso de la tinta a favor de estos tenebrosos pasajes gráficos. La maestría de Boix no se queda ahí, y la variedad es uno de los puntos fuertes del aspecto visual de este cómic, ya que no sólo de mohosos barcos pueblan los relatos de Struppy. Los suntuosos palacios de los terratenientes del Caribe e incluso la majestuosidad de los templos egipcios se dan la mano con la oscuridad tétrica de las historias más tenebrosas.

El tiempo del viejo torrero transcurre leyendo las aventuras que dejaron escritas sus antepasados, los cuales corrieron diversa suerte navegando como marinos, a excepción, como se ha dicho, del propio Jonathan, lo cual le atormenta, como también el no haber podido tener descendencia para continuar con la labor de custodia del faro y de las memorias de los Struppy. Todos los relatos están protagonizados por algún miembro de la familia. Incluso en un capítulo se incluye la historia del propio Jonathan, viéndose por qué no cumplió su sueño de ser un marino y por qué tampoco consiguió encontrar a una mujer que prolongara la estirpe de los Struppy.

SUMARIO

  • «Prólogo», por Antoni Arigita.
  • El bramido del diablo.
  • El caos.
  • El Holandés Errante.
  • La gran plaga.
  • Morgan, el corsario.
  • La noche sombría.
  • Ofir, el fenicio.
  • El regreso del viejo Matthews.
  • La historia de Jonathan.
  • El enigma del Skylark, parte 1.
  • El enigma del Skylark, parte 2.
  • El paraje de las almas perdidas.
  • Un paseo por la obra de Joan Boix.
  • Cronología destacada de Joan Boix.

El bramido del diablo

Jonathan Struppy toma el diario de su tío Jeremy Struppy, cuyos últimos apuntes son de poco antes de abandonar el ballenero en el mar de Beaufort, en tierras árticas. Las memorias de este pariente quedaron incompletas porque ya no volvió a bordo. La tripulación le buscó en vano, pero Jeremy siempre fue un testarudo y se empeñó en desvelar el misterio del «bramido del diablo»…

El caos

Una extraña tormenta se cierne sobre el faro de Struppy, y cuando el viejo torrero se asegura de que las ventanas estén bien cerradas, observa emergiendo de las aguas a un monstruo marino que se dirige hacia el faro para destruirlo…

El holandés errante

Jonathan Struppy lee en el diario de su antepasado Jonas Struppy cómo este conoció al capitán Bernard Fokke, más conocido por el Holandés Errante, del que se decía que tenía más de doscientos años, que había vendido su alma al diablo y que por una maldición estaba condenado a navegar eternamente por los siete mares.

Jonas, que también había vendido su alma al diablo, relata cómo, tras mucho tiempo ansiando conocer al capitán Fokke, pudo verle por primera vez en la taberna de la posada «El clavo rojo», antro de maleantes y forajidos del que Jonas era asiduo cliente, y relata también cómo llegó a formar parte de su tripulación…

La gran plaga

Jonathan Struppy lee en el diario de su antepasado el contramaestre Mateo Struppy sus últimos apuntes, una historia de traición y de muerte pestilente...

Todo dio comienzo cuando el «Sanctus Christi» hizo escala en Costantinopla para proveerse de mercancías. Allí, el capitán Guillem Brassa, un mallorquín nacido en la villa marinera de Alcudia, compró en un mercado de esclavos a una belleza etíope llamada Zelina.

Brassa hizo conocedor a su contramaestre y amigo, Mateo Struppy, de su intención de llevar a Zelina a Alcudia y casarse con ella, pero Struppy y Zelina se enamoraron y urdieron un plan para librarse para siempre de Brassa…

Morgan el corsario

Mientras Jonathan Struppy bebe ron, a la luz de una vela lee las anotaciones que su antepasada Lucrecia Struppy hizo en su diario en 1720, ya en su vejez, rememorando desde sus plantaciones en Jamaica su errado matrimonio con el corsario Henry Morgan, almirante de la flota inglesa de Jamaica y el más temible e infame de los piratas.

En un momento determinado, a través de la llama de la vela, Lucrecia comienza a responder las preguntas que Jonathan le formula en voz alta. Así le da cuenta de las hazañas de su marido como el mayor filibustero de las Antillas, y de cómo derrochó el botín conseguido de taberna en taberna y organizando lujuriosos festines con sus compinches; de sus infames pactos con el gobernador de Jamaica, sir Thomas Modyford, y de sus expediciones de pillaje contra los españoles en Maracaibo y Panamá; del calvario que él y sus bucaneros padecieron atravesando la jungla desde el castillo de San Lorenzo hasta la ciudad de Panamá, y de sus salvajes matanzas y saqueos; de cómo su vandalismo sin límites estuvo a punto de provocar una guerra entre España e Inglaterra, que se logró evitar con negociaciones y con la destitución del gobernador de Jamaica por dar amparo a los filibusteros y alentar sus actos de piratería… Y da cuenta, finalmente, de su prematuro final con 51 años, alcoholizado y enfermo…

La noche sombría

En una fría noche otoñal, Jonathan Struppy se encuentra en cama aquejado de una dolencia cardiaca que le hace pensar que se está muriendo.

El viejo farero pide a Dios que le permita vivir para cuidar del faro, y aunque siente el frío de la muerte, se aferra a la vida en su obsesión de no abandonar al faro.

De repente, alguien llama a voces desde fuera. Struppy se acerca a la ventana y observa una barca con alguien a bordo. Su único pensamiento es que tiene que bajar y atender a quien sea, pues es posible que un barco haya naufragado y se trate de un superviviente.

A pesar de encontrarse muy enfermo, baja y se encuentra con una mujer en un bote. Cuando Struppy le pregunta quién es y si necesita ayuda, la misteriosa mujer no contesta, por lo que piensa que debe encontrarse en shock. Jonathan se presenta y ofrece a la silenciosa mujer entrar en el faro y prepararle un buen café, a lo que esta responde que su barco está anclado cerca y le pide que vaya con ella. Subir a un barco es el sueño de toda la vida del viejo Jonathan, así que no se lo piensa dos veces y sube a la barca con la mujer, que en todo el trayecto no dice nada.

La sorpresa de Struppy es mayúscula cuando llegan hasta el barco y se percata de que es un navío de más de dos siglos…

Ofir, el fenicio

Sentado sobre un promontorio cercano a su faro, Jonathan Struppy lee la epopeya de su antepasado Ofir, un capitán de navío de la colonia fenicia de Cartago.

En el año 600 a.C., el faraón de Egipto Neco II, sabedor de que los fenicios eran expertos navegantes y que sus naves eran mejores que las egipcias, encomendó a Ofir y sus hombres circunvalar África desde el Mar Rojo y regresar a Alejandría por las Columnas de Hércules.

A orillas del Mar Rojo, Ofir y sus hombres construyeron tres naves, y tras ofrendar la vida de su hijo Magón al dios Baal-Hammón, como exige la tradición porque el éxito o fracaso en tierras desconocidas dependen del designio de los dioses, la expedición fenicia partió en busca de tesoros y fortuna…

El regreso del viejo Mathews

En un espléndido día en que Jonathan Struppy baja a pescar a una pequeña cala junto a su faro, rememora que fue en aquel mismo lugar cuando, siendo niño, recibió la visita de su primo Oliver Struppy, que, tras unas enigmáticas palabras en las que le decía que ya no podrían verse más porque había partido para siempre, le cuenta algo que ocurrió… aunque no sabía si el pequeño Jonathan lo entendería, porque escaba a toda lógica humana, ya que tenía que ver con el más allá…

Da comienzo así el relato del viejo Mattheus y la bella Magie…

La historia de Jonathan

Jonathan Struppy, cuyo mayor anhelo fue haber sido un lobo de mar como todos los de su estirpe, rememora la verdadera historia de cómo llegó a quedarse en el faro definitivamente.

El enigma del Skylark, 1.ª parte

Joanthan Struppy recuerda a su abuelo William Struppy, que fue un maestro con el arpón y un experto cazador de ballenas, oficio al que dedicó gran parte de su vida a bordo del «Joyful», del que era capitán. En su vejez se instaló en el faro, cuidando de él y de los manuscritos junto al padre de Jonathan. Desde que este dio sus primeros pasos, a su abuelo le divertía pasearle en las cercanías del faro y contarle apasionantes historias sobre el mar y sus misterios…

El enigma del Skylark, parte 2.ª

Concluye la historia que William Struppy contó a su nieto Jonathan, una peligrosa aventura que vivió en el temible mar de los Sargazos por ayudar a Rodrigo Luna, un excelente arponero de su tripulación que desesperadamente buscaba a su amada Stella…

El paraje de las almas perdidas

A bordo del galeón «Liberty», el capitán Thomas Struppy llevaba tiempo combatiendo por iniciativa propia contra los traficantes de esclavos. Liberó a miles de africanos que eran víctima del trato más vil e inhumano. Tras las victorias dejaba a los negreros en sus destartalados bajeles a merced del océano. Para Thomas, esos desalmados no eran dignos de la menor compasión.

Pero un día, Thomas cayó derrotado por un navío portugués, y su capitán, un tipo ruin, obligó a Thomas y a toda su tripulación a presenciar el más infame acto que pueda acontecer en un barco: su hijo Robin, que con sólo 16 años había luchado al lado de su padre como siempre con gran valor, era forzado a avanzar por el tablón directo al mar… atado de manos y en un mar infestado de tiburones…

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Da 24/05/2012
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