PARACUELLOS AUXILIO SOCIAL CARLOS GIMENEZ Nº 7 3ª EDICION ET EDICIONES DE LA TORRE PAPEL VIVO

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PARACUELLOS

AUXILIO SOCIAL

CARLOS GIMENEZ

Nº 7

3ª EDICION

ET EDICIONES DE LA TORRE

PAPEL VIVO

Varias son las virtudes definitorias del autor de historietas Carlos Giménez: la primera, su inagotable capacidad de superación; otra más, el haber conseguido hacer personas de sus personajes —hecho este digno de todo encomio en el mundo de los tebeos—; una tercera la lucidez y empeño en el oficio de dibujante y en la defensa de los derechos de estos...

Así seguiríamos más de lo tolerado sin contar —cosa bien importante— que Carlos nació en Madrid, en La-vapiés, dos años después de terminada la guerra; que creció en un colegio de Auxilio Social —y de su recuerdo ha quedado en el de todos el álbum Paracuellos—; que después trabajó como aprendiz en un taller de porcelanas sito en el Rastro y después como aprendiz con López Blanco...

Carlos Giménez, en el colegio de Auxilio Social, dibujaba unos tebeos de 10 cm., en los que emulaba las hazañas del «Cachorro» de Juan G. Iranzo, su primer maestro. En resumen, que le pirraban los tebeos. Así que el día que, con 18 años, entró a trabajar al estudio de López Blanco, que de verdad era un dibujante de los de verdad...

De ahí a engrosar el bando de «Los profesionales», pasaron una mili mal llevada, un estudio en Madrid con Esteban Maroto y el siempre cercano Adolfo Usero, series de consumo en las que desfogó sus primeros ímpetus y una temprana juventud que no dejaba de ser infancia recuperada. Dibuja por entonces «Gringo», una del Oeste con florecillas y pajarillo —como él mismo suele decir— que se vendió muy bien fuera.

Al poco, marcha a Barcelona dispuesto a convertirse en un historietista. Y lo consigue. Para la agencia Se-lecciones-Creaciones Ilustradas, realiza series de todo tipo que irán a parar más allá de las fronteras. Pero al Carlos Giménez que junto con otros dibujantes se lo hace de hippy en la Floresta todo ello le ha venido muy bien.

Posteriormente «Delta 99», una de aventuras con pizcas de ciencia ficción, pajarillos y florecillas —y guión de Jesús Flores— supone otro paso adelante en su obra.

Ya empezaba Carlos Giménez a ser conocido en el extranjero. Aquí, todavía no se había muerto Franco y la gente estaba, digámoslo, tan triste como aburrida.

Bastante hacía Giménez endulzándola un poco con historietas de humor o románticas —por supuesto de las del siglo diecinueve— que le sirven para avanzar en sus artes. Cumplida prueba de ello da en la serie «Dany Fu-turo» que realizó sobre guión de Víctor Mora.

Después de la época del Grupo Premiá que forman junto con él Luis García y el inseparable Usero, de mucho trabajo en equipo y de que se muriera Franco, nuestro autor da un salto en el vacío y consigue publi-

fragmento de la novela de Brian Aldiss En el lento morir de la tierra. Una obra importante —por su expléndida narrativa— en un momento en que la también importante situación del país va a acaparar casi toda la atención del autor. Se convierte en cronista irónico y punzante de las rémoras del pasado y las incompetencias del presente. Bastante de aquellas y de posteriores «ba-rrabasadas» conscientes, con guiones propios y de otros, están recogidas en Retales, España Una, España

Grande, España Libre, y en Mano a mano.

Pero llega un momento en la vida en que el hombre reclama su derecho. El derecho al recuerdo, a la purga, a librarse de los fantasmas. Los fantasmas de Carlos

Giménez, los que hubieran podido quedar en los rincones de un pensamiento lo suficientemente frío ya como para producir historias que además nos sirvieran a to-dos, salieron a la luz en Paracuellos. El historietista que ya tiene en su haber premios como los del CAH y que precisamente por esta obra va a recibir el «AL-FRED» de Angouleme— había encontrado su camino en la imagen de aquel Carlines hambriento de cariño que se criaba, literalmente a duras penas, en la disciplina «nacional». Sus historias iban a ser a partir de entonces de verdad. Así Barrio, álbum en el que se recogen los recuerdos de adolescencia del autor, una segunda parte de Paracuellos y las historietas de Los Profesiona-les, todo un relato gráfico de la dura y a menudo salvaje etapa de iniciación de los que hoy son los grandes en el oficio. Al reconocimiento internacional se unen a partir de ahora las loas de los de dentro. Sigue recibiendo premios como el de la Crítica de la revista 1984, como los de «La Noche del Comic» de Bruselas, el «Bet-ty Boop», varios del canario «Diario de Avisos»...

Además Tequila Bang contra el club Tenax, que lleva a cabo con Font y el Usero, para La Calle, y Erase una vez en el futuro, colección de excelentes adaptaciones de cuentos de London y Lem habían ido preparado también el camino al Carlos Giménez que hoy puede presumir —ly presume!— de ser el narrador más fino de la corte de los tebeos, el más cinematográfico y el más sentido. Todo va en el lote. No parece que pueda pedirse otra cosa de aquel chavalín con mirada de cruel maravilla que se nos muestra en las viñetas de Paracuellos.

Y tampoco hace falta, que a él le sobran las ideas y tiene cuerda para rato. Que ustedes sigan disfrutando de sus historias es lo mejor que puede sucederles. Y esto, por favor, no lo tomen sólo como un slogan publicita-rio. Aunque, a fin de cuentas, esto no sea más que una contraportada.

ANA SALADO

avatar CuriosoAlmacen
Da 19/11/2009
Spagna (Madrid)
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