Durante dos años, Wallraff adoptó la identidad de “Alí”, un inmigrante turco ficticio, para infiltrarse en diversos entornos laborales en Alemania Occidental. Mediante un elaborado disfraz —lentillas oscuras, peluca, bigote y un alemán rudimentario—, experimentó en carne propia las condiciones laborales y sociales a las que eran sometidos los trabajadores inmigrantes. Trabajó en lugares como una hamburguesería McDonald’s, una granja, obras de construcción sin papeles, y como sujeto de pruebas en la industria farmacéutica. También desempeñó labores peligrosas, como limpiezas sin protección en refinerías metalúrgicas y reparaciones en una central nuclear. Estas experiencias le permitieron documentar la explotación, discriminación y marginación que sufrían los inmigrantes en la Alemania de los años 80 .