Mallorca era un lugar tranquilo hasta que Manuel y su abuelo Federico se dejaron caer por alli. En menos que canta un gallo, estos dos pillastres ponen toda la isla patas arriba: arman un revuelo en la playa, se hacen pasar por medicos, se bañan desnudos en la piscina del hotel, se enfrentan a una banda de contrabandistas y, en definitiva, acaban con la paciencia de todo el mundo.