Autor: Richard Flanagan, RICHARD FLANAGAN
ISBN: 8439732554
EAN: 9788439732556
Un extraordinario tapiz de la Australia del siglo XIX. El libro de los peces de William Gould es el retrato de un mundo de convictos, profugos, flageladores, colonizadores, ladrones y victimas cuya sangrienta historia se describe en esta novela siguiendo una original taxonomia de doce peces. En aquellos dias William Buelow Gould, protagonista de esta historia, es sentenciado a cadena perpetua en la famosa colonia penitenciaria de la isla de Sara, en la Tierra de Van Diemen (hoy Tasmania). Mientras cumple condena a la espera de su ejecucion, Gould escribe un libro sobre los peces que pinta para el medico de la colonia, aficionado a la historia natural. En esas pinturas, ademas de realizar bellas ilustraciones cientificas, Gould introduce trazos inequivocamente humanos. Asi, El libro de los peces de William Gould se convierte en la cronica de la vida en prision, de sus reos y carceleros, y de la cruel naturaleza del hombre, de como el ser humano puede liderar su propia revolucion mediante el amor.Reseñas:Un escritor excelente.Ian McEwan Richard Flanagan roza la grandeza literaria.Chicago Tribune En estas paginas, Flanagan utiliza su talento para regalar al lector no solo la comprension visceral de las crueldades y las corrupciones de la raza humana, sino tambien el reconocimiento de sus glorias y su perseverancia, su habilidad para convertir el sufrimiento en arte.The New York Times Flanagan vuelve al agua para sumergirnos en la historia colonial y penal de Tasmania. Flotando junto a el [...] se encuentran las voces de, entre otros, Garcia Marquez, Borges, Sterne y Melville.The Independent Hay mucho que saborear en este relato picaresco de monstruosidades, mucha imaginacion desbocada, mucha ironia astuta y mucha anarquia comica.The Guardian Esta extraordinaria novela es una meditacion sobre el colonialismo, o, mas bien, sobre la historia en si misma. [...] Una vision serena y escalofriante de la vida humana, comparable a la de los peces, nadando en la enorme frialdad, solos.The New Yorker