Silvestre, que había sido teniente en el África colonial española, se deja convencer por un conocido suyo, Basilio, para llevar a cabo una expedición a Tassili, con el objeto de examinar las célebres y enigmáticas pinturas rupestres halladas en este paraje sahariano. Tras los preparativos y una etapa inicial en condiciones aventureras, los expedicionarios recalan en un parador, y allí Basilio se da a la fuga. Pero el parador fascina extrañamente a Silvestre y ya no se mueve de aquel lugar, en el que se produce en él una especie de progresiva enajenación. 187 pág