John Buchan - Los 39 escalones
John Buchan (1875- 1940). Hijo de un sacerdote de la Iglesia Libre de Escocia y de una granjera, trabajó como abogado y alto funcionario y llegó a gobernador general de Canadá (por lo que recibió el título de Lord Tweedsmuir de Elsfield). En varios momentos de su carrera se vio relacionado con el servicio de inteligencia. Publicó una decena de novelas de aventuras e históricas, además de biografías como la que dedicó a su paisano Walter Scott. Los 39 escalones, publicada en 1915, representó, de lejos, su mayor éxito.
En esta novela ambientada en 1914, Richard Hannay, que acaba de regresar a Londres desde Rodesia, se entera por su amigo Scudder de que hay un complot en marcha para matar al primer ministro griego Karolides y robar los planes británicos de defensa para el caso de que estalle una guerra. Tras el asesinato de Scudder en su propia casa, la policía toma por un criminal a Hannay, quien viaja al norte para seguir la pista de una trama de espías alemanes. De vuelta a la capital, no puede evitar la muerte de Karolides pero consigue restablecer su inocencia. Acompañado de la cúpula militar británica viaja a Kent siguiendo a los agentes germanos, a los que consiguen detener. La guerra finalmente estalla, pero Gran Bretaña entra en ella con sus defensas intactas, y Hannay se incorpora al Ejército como capitán. Buchan dedicó a su aventurero otros cuatro libros.
Richard Hannay lleva tres meses en Londres. La ciudad le aburre soberanamente. Anteriormente residía en Sudáfrica, con una vida mucho más activa e interesante. Hasta que un buen día, al volver a casa por la noche, un vecino le acecha y le comenta que tiene algo importante que compartir con él. Este hombre confía en él para contarle toda una trama de espionaje y conspiración, que supuestamente desembocará en una guerra que involucrará a Alemania y a Rusia, en principio de lo más alocada y enrevesada. Tanto, que le comenta a Hannay que ha tenido que fingir su propia muerte para poder huir de sus perseguidores. El arranque es interesante, y está muy bien narrado, con varias frases geniales para recordar.
Perdone - dijo -, esta noche estoy un poco nervioso. Verá, da la casualidad de que en este momento estoy muerto.
El problema surgirá cuando pocas horas después, este hombre aparezca realmente muerto en el apartamento de Hannay. Nuestro protagonista, convencido de que será acusado de su asesinato, y asimilando toda la historia de la noche anterior, decide tomar el papel que el cadáver debía cumplir en la trama, y huye en busca de los 39 escalones.
Durante el resto de la novela, emprenderá una huida con la persecución de la policía por el asesinato de Scudder y por parte de los hombres que asesinaron a Scudder. En su tortuoso camino encontrará personajes de lo más singulares, que de un modo u otro le ayudarán a escapar y a llegar a la resolución del enigma que envuelve la novela.
Es curioso lo que ocurre con este libro: es conocido fundamentalmente por sus versiones cinematográficas (hasta cuatro, y se anuncia otra más para pronto), que sin embargo modificaron a voluntad el argumento y los personajes, así que la mayoría de la gente cree que lo conoce, pero no. Por ejemplo, quien se acerque al libro, como yo, esperando ver en papel la famosa escena del protagonista subiendo al Big Ben -de la película de 1978-, se va a llevar una gran decepción.
Treinta y nueve escalones (en otras traducciones, Los treinta y nueve escalones) es una especie de road movie, pero a pie. El protagonista, Hannay, es una persona normal, un aburrido viajero cosmopolita, que de repente se ve envuelto en una conspiración para desestabilizar Europa, y que perseguido a través de Escocia a partes iguales por los conspiradores y por la policía, debe utilizar el ingenio (y una dosis verdaderamente inverosímil de casualidades) para escapar sano y salvo, y detener el complot internacional.
Es curioso comprobar las similitudes (superficiales, claro) entre esta novela y El hombre que fue jueves, de Chesterton: en las dos hay una conspiración anarco-nihilista; en las dos hay persecuciones, a pie, en bicicleta, en tren... Las dos tratan de una conspiración de hombres tan inteligentes que casi son sobrenaturales, y en las dos los "buenos" son perseguidos también por la policía. Pero aquí se acaban las similitudes: Los treinta y nueve escalones es una novela de espías y persecuciones pura y dura, una novela de género al fin y al cabo, mientras que El hombre que fue jueves es una vuelta de tuerca muy personal al género. Si no fuera porque la novela de Chesterton se publicó antes, se podría pensar que era una parodia de la de Buchan; siendo al revés, no cabe pensar que Buchan tuviera en mente la de Chesterton, sino más bien los mismos modelos anteriores, muy de moda en la época.
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