El señor Rebeck vive desde hace años en un mausoleo del cementerio, habiéndose recluido en el mismo por su propia voluntad. Pasa el tiempo jugando al ajedrez en solitario o hablando con los fantasmas que pueblan el camposanto; por lo demás, comparte sus horas con un cuervo que le trae comida que roba para él.
El cementerio es un lugar agradable y tranquilo, alejado de las complicaciones de la vida moderna. Los únicos cambios que se producen en él son el ir y venir de los fantasmas: cuando el espíritu de un muerto se sigue aferrando a la existencia, se materializa de una forma intangible que los hombres, normalmente, no pueden ver. Un fantasma, sin embargo, no recibe sensaciones, y en un proceso gradual olvida cómo era estar vivo, perdiendo los rasgos que le identifican hasta llegar a desvanecerse.
Rústica. 268 páginas.