Sublevación de Napóles, Ángel de Saavedra, Duque de Rivas


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En buen estado. Pocas manchas de óxido.

Ángel de Saavedra, Duque de Rivas.

Sublevación de Nápoles (Capitaneada por Masanielo)

Luis Navarro, Editor. Madrid 1881

394 páginas 180 x 130 mm

En buen estado. Pocas manchas de óxido.


Prólogo

El nombre de Masanielo, tan célebre en la Historia y popularizado en estos últimos tiempos por la poesía, y mucho más aún por la música de Auber, fue uno de los primeros que ocurrieron a mi imaginación al poner el pie en la hermosísima ciudad de Nápoles, teatro del, aunque pasajero, formidable poder de aquel ente extraordinario, y me propuse, desde luego, tomarlo para asunto de un artículo de revista. Pero cuando recorrí las calles y plazas que presenciaron su arrojo, su próspera, aunque fugitiva fortuna, sus horribles crueldades y, su lastimosa muerte y empecé a reunir noticias y documentos sobre su persona y hechos, conocí que necesitaba de más ancho campo, y me decidí a escribir la historia de su dominación. Mas como ésta no podía ser comprendida sin tener idea del estado a que llegó el reino de Nápoles bajo el gobierno de los virreyes españoles, y particularmente bajo el del duque de Arcos, y como fue de tan pocos días y a la muerte de Masanielo no concluyó la sublevación, antes bien, se hizo más grave y peligrosa, advertí que para presentar una idea exacta de aquella revuelta y dejar satisfecho al lector era indispensable dar más ensanche a mi trabajo y trazar un cuadro completo de tan memorable acaecimiento.

Resuelto a emprender esta obra, aunque desconfiado de mis fuerzas para llevarla a cabo, hice nuevas investigaciones reuní mayor copia de documentos, examiné curiosos manuscritos, leí cuantos autores de aquellos sucesos tratan y conferencié largamente con los eruditos del país, eligiendo para servirme de guía en mi trabajo a los escritores que merecen mayor crédito entre los mejor informados de las ocurrencias de aquel memorable período. Siendo éstos: Tomás De Santis, contemporáneo, y colocado entonces en posición a propósito para escribir con buenos datos, pues era secretario de uno de los sediles o barrios de la ciudad de Nápoles y desempeñaba además otro empleo en la administración, y, aunque pesado y falto de color, sin aventurar ningún juicio, escribió con prolijidad lo que presenció, indagando con solicitud lo que ocurrió fuera del alcance de su vista. Alejandro Giraffi, también contemporáneo, que publicó en Venecia, con nombre supuesto, un diario muy prolijo de la dominación de Masanielo. No se sabe quién fue, pero se colige por su obra que era hombre del pueblo y de instrucción pedantesca; se entusiasma y extasia con las acciones de su héroe, aunque no aprueba sus crueldades, da acogida a las vulgaridades más absurdas y nunca pierde el respeto al duque de Arcos. Su estilo es humilde, pero a veces se remonta ridículamente, citando textos de la Escritura. Se conoce que escribía de noche lo que pasaba de día, y que se halló presente a todos los acontecimientos. Rafael de Torres, también contemporáneo, que escribió y publicó en Génova la historia de aquella sublevación, en latín crespo e hinchado, poniendo pomposos discursos en boca de los personajes, y empedrando la narración con sentencias y apotegmas políticos; pero expone los sucesos con buen orden y claridad, y se conoce que escribió con muy buenas noticias. El conde de Módena, secretario y director del duque de Guisa, escritor culto y entendido, enemigo acérrimo de los españoles, que le tuvieron largo tiempo prisionero, y dándose en su obra exagerada importancia, refiere con bastante exactitud, aunque de oídas, las ocurrencias de Masanielo, y con mayor seguridad, las del corto tiempo que el duque francés dominó a Nápoles, como cosa que él mismo preparó, de que fue testigo y en que tuvo una parte tan principal. Parrino, panegirista de los virreyes, y que escribió medio siglo después. Giannone autor más moderno, que escribió con un método particular y raro la historia general de Nápoles. Y el moderno doctor Baldacchini, quien últimamente ha publicado un excelente compendio de la historia de aquella revolución, escrito con muy buen gusto, con calor sumo, con buenos estudios y con elegante pluma.

También entre el cúmulo de manuscritos que he registrado elegí los que, a juicio de los eruditos, merecen más crédito, y que aparecen ser, efectivamente, de mucho valor, como el del maestre de campo Capecelatro, que es el más precioso de todos y muy raro; el de Agnello de la Porta, más conocido, y que da muy buenas noticias y desciende a curiosas minuciosidades; una relación anónima, no muy extensa, y que pocos han visto, de aquellos sucesos, que posee, con otras obras muy raras, el príncipe de San Georgio; varias cartas de aquel tiempo, y, entre ellas, algunas muy importantes, de un proveedor general que padeció grandes pérdidas en aquel desorden, y otras del ayuda de cámara del duque de Arcos; y otros documentos de la época, que existen en los archivos públicos y en los particulares,. y, de los que insertamos algunos en el apéndice de esta obra.

Con estos datos y con el consejo de personas doctas la he escrito. No sé si he trabajado con acierto y si he conseguido trazar una historia clara e interesante de aquellos dramáticos sucesos que turbaron el año 1647 un reino importantísimo, dependiente entonces de nuestra inmensa monarquía. Si no he acertado a desempeñar dignamente mi propósito, no será por falta de estudio, sino de capacidad. Y puede que, a lo menos, haya logrado recordar un episodio digno de atención de nuestra historia del siglo XVII, que, tratado por escritor más idóneo, podrá formar una obra digna del tiempo en que vivimos.

Nada más tengo que manifestar a mis lectores; pero no puedo concluir este prólogo sin pagar el tributo de gratitud a las distinguidas personas que me han ayudado eficazmente en este trabajo, entre los cuales es una obligación de mi reconocimiento nombrar al señor comendador Espinelli, archivero general del reino de Nápoles, que puso a mi disposición los escasos documentos de aquella época que tiene en custodia; al señor duque de Lavello, que me escribió una sencilla memoria para enterarme de la antigua organización municipal de Nápoles; al caballero Escipione Volpiccella, eruditísimo en la historia de su patria y distinguido literato, que me instruyó en largas conferencias de muchas particularidades, y que me informó sobre el grado de crédito de los autores que manejaba; al señor Luis Blanch, escritor eminentísimo, con quien he consultado varios trozos de esta historia, rectificando con los suyos mis juicios; al señor Cuomo, a los príncipes de Cásaro y de Montemileto y al marqués de Estriano-Tito, que me proporcionaron libros de sus bibliotecas, y, por último, al señor príncipe de la Rocca, que me facilitó con particular empeño registrar libros raros y preciosos manuscritos. A todos les doy las más expresivas gracias, y a su cooperación y auxilio me reconoceré deudor si alguna gloria y aplauso mereciese esta obra.

avatar fernando57004
Da 20/08/2018
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