El ejército que invadió la Unión Soviética en junio de 1941 era el mejor del mundo. Avanzando en tres ejes principales infligió una serie de derrotas descomunales al poderoso Ejército Rojo y estuvo a punto de tomar la capital enemiga a cuyas puertas se vio paralizado por el rigor extremo del invierno ruso y por una intendencia incapaz de alimentar su avance.