Aprovechando el éxito obtenido por Tartarín de Tarascón Daudet emprendió la tarea de hacerlo escalador alpino y casi cómplice de una decimonónica aventura terrorista. Siempre se ha dicho que nunca segundas partes fueron buenas pero esto no ocurrió con el Quijote y tampoco con nuestro quijotesco héroe. Si en la primera parte quedó definido de forma inigualable el prototipo en ésta la acción es mucho más viva y variada.