- Cuando era un estudiante de medicina en la Universidad de Edimburgo, Arthur Conan Doyle frecuentó las clases de un profesor extraordinario, el doctor Joseph Bell. Bell no solo era un hombre con un enorme carisma y excelentes dotes comunicativas, sino también un médico dotado de una capacidad de observación infrecuente en su época. Para diagnosticar a sus pacientes se fijaba en detalles que cualquier otro profesional habría considerado irrelevantes ?su profesión, su aspecto físico, su vestimenta, la manera de hablar y de moverse, e incluso sus hábitos de alimentación?, y que muchas veces arrojaban pistas valiosas para detectar cuál era el origen de una enfermedad. Conan Doyle se acabó licenciando y ejerciendo como cirujano, pero la impresión que le causó el profesor Bell tuvo un eco años después cuando empezó a darle forma a su criatura más popular, Sherlock Holmes, un detective con una intuición singular, observador, músico, químico, médico...