- Si fuéramos sinceros, reconoceríamos que la oración no es fácil ni gratificante; tampoco suele surgir en nosotros de forma espontánea y además la interrumpen a menudo nuestras distracciones y preocupaciones. Por esa razón, san Pablo acierta cuando afirma que «no sabemos orar». Y una y otra vez no deja de resonar en nuestro interior la petición que los discípulos dirigieron a Jesús: «Señor, enséñanos a orar».