De la extraordinaria lucidez de los depresivos, enmarcada por un radical desinterés hacia las preocupaciones colectivas humanas, surgen las figuras de Bruno y Michel.
Son como un Jano bifronte encarnado en el cuerpo de dos hermanastros, que contemplan con el más frío desapego el pasado y el futuro de este final de milenio.
A partir de su atrofiada vida afectiva y sexual, se va perfilando el retrato de una época marcada por el hastío, la tristeza y la apatía, que corroe como ácido Las partículas elementales de sus maltrechas existencias.