El Altar. Dirige José Aldazábal. Cuadernos Phase, 67. Centro de Pastoral Litúrgico de Barcelona. 1ª Ed. 1996.El tema del altar se encuentra en relación con muchos otros: los del Templo, de Jerusalén, de la Alianza. Es sobre su polarización propia sobre la que estas páginas han querido centrar la atención. A través de la eflorescencía de los altares, Dios nos ha permitido captar su ubicuidad y su cercanía misteriosas; a través de la pedagogía del altar único, tan lenta en imponerse, Dios nos ha hablado de su unicidad; a través de la permanencia de las prescripciones acerca del altar, nos ha hablado de la permanencia de su designio; pero es sobre todo este mismo designio lo que él nos ha puesto más de manifiesto: junto al altar se reúne su pueblo, el del Desierto, el de la Diáspora, así como el de la era mesiánica, con una finalidad de adoración y de comunión con los bienes que Dios le tiene reservados. Se comprende porque la carta a los Hebreos, después de haber cantado a Cristo, que lleva a cabo plenamente la obra de Dios, le dael mismo nombre que en el Antiguo Testamento evocaba la salvación, la santificación y la congregación de Israel: «Nosotros tenemos unAltar...» (Hb 13, 10).