Los Carolingios. Historia de la Iglesia. Fliche-Martin. Volumen VI. Volumen preparado por Emile Amann. Tapa dura. Ed. EDICEP. 1ª Ed. 1975.
El período que discurre entre el advenimiento del papa Pablo I y la muerte del papa Juan VIII (757-882) está marcado por la difusión del cristianismo en todos los países que hoy constituyen Europa. Más importante todavía es la formación del nuevo Imperio de Occidente que, teniendo como figura principal a Carlomagno, durante más de un siglo constituirá la armadura de la cristiandad latina.
Desaparecido Ludovico Pío, en Roma, una serie de papas toman la dirección suprema de los asuntos, tanto religiosos como seculares, dejando una huella muy profunda en la sociedad de finales del siglo IX, al tiempo que se descomponía la institución imperial en la que el papado había creído ver la posibilidad de realización de la ideal Ciudad de Dios. Cuando se desintegraba la estructura política, el papa Nicolás I intuyó lo que la acción del obispo de Roma podía ser: afirmar el derecho de control de la Sede romana sobre el conjunto de la Iglesia. Quizá no fue lo suficientemente sensible para darse cuenta que el celo intempestivo y las intervenciones confusas, a veces brutales, perjudicaban la finalidad que él pretendía. A lo largo del siglo IX culmina la evolución del poder pontificio. ¿Cual fue, exactamen-la función histórica que en la reafirmación del primado romano tuvieron las Falsas Decretales? En Adriano II vemos cómo una burocracia que funciona como poder autónomo, representada en la figura apasionante de Anastasio el Bibliotecario, es capaz de acarrear graves
males a la sociedad. En Juan VIII encontraremos a un papa que molestaba en exceso a quienes le rodeaban y que, tardando demasiado en morir, tuvo que ser envenenado. * Elipando, arzobispo de Toledo, y Félix, obis po de Urgel, son los protagonistas de aquella aventura teológica, no exenta de implicaciones políticas, que hoy conocemos con el nombre de adopcionismo y a la que se opusieron desde diversas perspectivas el Beato de Liébana y el obispo de Osma, Emeterio. Y una y otra vez el constante problema de la Iglesia oriental, con la personalidad atormentada de Focio, el patriarca de Constantinopla, a la vez instigador y víctima de sucesos que, bastante intrascendentes en sí, fueron convertidos en fosos insalvables de separación por la significación retrospectiva que, desde Roma y desde Constantinopla, quisieron darles. * Las vicisitudes teológico-pastorales de l sacramentos del orden, de la penitencia, del bautismo, del matrimonio; las controversias sobre la eucaristía y la predestinación; Rabano Mauro, Alcuino, la fundación de grandes abadías europeas, Juan Escoto Erígena, Hinemaro de Reims. En suma, lo que se ha dado en llamar "el renacimiento carolingio" constituye una de las épocas más notables de la historia de la Iglesia y de la civilización occidental.