En esta novela, Frédéric Boyer explora temas de desplazamiento, migración y exilio, utilizando la figura bíblica de Abraham como un emigrante contemporáneo. A través de variaciones líricas, la obra examina la filiación, la lealtad y la búsqueda de esperanza en un mundo que mezcla lo trivial con lo sublime, lo político con lo místico. Boyer logra que cada situación se convierta en un símbolo universal y legendario, invitando a la reflexión sobre la condición humana y la experiencia del desarraigo.