Cuando Juanchu se despertó, se encontraba en una habitación blanca, acostado en una cama, con la pierna izquierda enyesada hasta la ingle y sostenida en el aire por una polea. Su brazo izquierdo también estaba enyesado hasta el codo, al igual que su mano derecha. Juanchu no podía moverse y tuvo que someterse a rehabilitación, soportando el dolor y los tratamientos. Sin embargo, aprendió que la verdadera libertad no reside en la capacidad de moverse, sino en la mente de cada uno. Esta es la historia de Juanchu, un niño con una gran imaginación. Cuando va a la escuela, se pone los patines y se lanza por la colina de Echegorri. A veces se imagina a sí mismo como Sherlock Holmes, tras la pista de un asesino; otras veces, es un vaquero a caballo o incluso un tren de vapor. Una mañana, mientras llovía a cántaros en la costa vasca de España, Juanchu fingía ser un velero en el océano, con su impermeable desabrochado ondeando al viento... y navegó directamente hacia un coche negro, que lo envió