Un Boeing 777 aterriza en el aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York proveniente de Berlín y, de repente, se oscurece. La torre de control pierde contacto con el piloto y toda la actividad eléctrica del aparato se corta. No se escuchan móviles ni BlackBerries ni la radio, nada. Las cortinas de las ventanillas están bajadas y no se ve a nadie dentro. Un equipo de emergencias observa al avión silencioso, bañado por las luces del aeropuerto. Entonces, una brecha negra aparece en el fuselaje: es una puerta que se abre desde dentro con una lentitud glacial. Siempre han estado aquí. Vampiros. Anidando y alimentándose en secreto y oscuridad. A la espera. Ahora ha llegado su momento. En una semana Manhattan habrá desaparecido. En tres meses todo el país. En seis meses el mundo entero.