Érase una vez un reloj despertador que no sabía contar, pero que sabía sonar de maravilla. Un día, el relojero se cansó de su incesante sonar y lo echó de la relojería. El pobre reloj no tuvo más remedio que buscar una solución a su falta de precisión. Este cuento infantil de Roberto Aliaga, con ilustraciones de Óscar Villán, es una entrañable historia sobre la superación y la búsqueda de soluciones.