Ante nuestros ojos se despliega un paño de solemnidad profunda, un manto de duelo y de honra. Sobre un fondo de terciopelo negro, denso como la noche más cerrada, florece un bordado en hilo de oro que parece capturar la luz misma, desafiando la oscuridad que lo rodea. Las esquinas están coronadas por elaborados motivos de cestas desbordantes de flores, símbolo de la vida que persiste incluso en la muerte. Volutas, lirios y hojas estilizadas se entrelazan en un elegante juego de curvas, otorgando al conjunto un aura de nobleza silenciosa y serena. El borde está rematado con una franja de flecos dorados que, como ondas de un río sagrado, enmarcan este tapiz de despedida. Cuando el paño cubre el féretro, su caída pesada y solemne recuerda un abrazo final, un susurro de eternidad. El oro, símbolo de lo incorruptible, parece proteger y honrar el tránsito del alma, elevando el último adiós a un gesto de majestad y amor eterno. Cada hilo, cada ornamento, habla no solo del dolor de la ausencia, sino también de la esperanza en una luz que no se apaga. La medida es de 335 por 420 cm. Se encuentra en buen estado de conservación.